Bolivia: las voces de nuestras ancestras
- Categoría: Cooperación internacional
- Fecha: 27 de Enero de 2025
Artículo de: Sonia Manzur. Cochabamba – Bolivia
Organización socia local en Bolivia: Asociación Cultural Amistad y Ciencia
Las MAI y las mujeres sabias quechuas
Mirar más atrás en el tiempo, no siempre significa retroceder, por el contrario, implica volver la vista atrás de manera que, desde un abrazo simbólico, el ayer y el hoy habitan en las mentes y en los cuerpos colmados de experiencias.
Y son esas las experiencias que fueron marcando las vidas de las Mujeres Adolescentes Indígenas (MAI)1, a tiempo de impregnar, igualmente, las vidas y las memorias de sus ancestras.
“No hay saber más preciado que el de nuestras ancestras”, dijeron las MAI, “Ellas (sus ancestras) portan nuestra cultura, lo que somos y hacemos”. Con ese sentimiento presente, se dieron a la tarea de poner en valor aquellos saberes que quizás, por efectos del olvido, se estaban desvaneciendo.
Cada uno de los grupos MAI (uno por cada unidad educativa), en atención a su propio contexto, se enfrascaron en un diálogo reflexivo para priorizar aquel o aquellos saberes posibles de ser encarnados en la vivencia cotidiana de sus comunidades.
El grupo MAI de la unidad educativa “Esteban Andia”, por ejemplo, consciente de la importancia de la vestimenta de la mujer quechua del valle alto de Cochabamba- Bolivia en el proceso de fortalecimiento de la identidad cultural, se abocó al aprendizaje de la confección de polleras(2). “Nuestras abuelitas y algunas de nuestras mamás saben cocer las polleras típicas que usaban las mujeres en Pajchapata, pero eso ya no se está enseñando, nosotras las jóvenes preferimos comprar las polleras que venden en los mercados de los otros pueblos o de la ciudad”.
Está demás decir, que lo primero que hicieron, con el acompañamiento del equipo del espacio operativo de actuación Yachay Tinkuy de la Asociación Cultural Amistad y Ciencia (ACAC), fue escribir una pequeña nota para las sabias quechuas de la comunidad, solicitándoles que sean sus mentoras en el arte de la confección de polleras.
Una vez resueltos los pormenores, el encuentro entre las MAI y las mujeres sabias quechuas, fue muy significativo, para unas, por el gran deseo de aprender y erigirse en custodias de un saber quechua postergado, para otras, al saberse reconocidas y valoradas por lo que son, conocen y hacen.
Fue interesante percibir cómo, las mujeres sabias quechuas, tienen sus propias formas de enseñar. Para ellas el pensar y el hacer se realizan de manera simultánea. No hay espacios de por medio. Es a partir de la experiencia, del uso de los sentidos que se aprende. Mirar, tocar, escuchar, probar… todo está interconectado.
Así, mientras dialogaban sobre sus experiencias de vida, les explicaban el proceso de la preparación del material, les instaban a tocar las telas, a observar los colores, los tamaños, las combinaciones… les contaban que antes, tiempo atrás, las polleras se confeccionaban con tela de tocuyo(3) elaborada en awado(4) por sus madres, abuelas y las madres de sus abuelas. “Ahora todo ha cambiado, ahora se compra la tela, estamos perdiendo saber awar”, les dijeron.
Con esa reflexión, las sabias, con el apoyo de una pequeña niña que estaba con ellas, hacían que cada una de las MAI fueran tomando las medidas que, según ellas, se requería para la confección de la pollera. Desde esa experiencia, surgieron muchos más aprendizajes, en tanto se utilizaron las medidas de longitud con que calculaban sus ancestras: Un codo, una palma, una brazada… Si en algún momento alguna de las MAI había omitido tomar alguna medida requerida para la elaboración de la pollera, las sabias, atentas, volvían a retomar el proceso de medición, indispensable, señalaron, para calcular la cantidad de paños (metros) de tela que se precisa.
Las técnicas del cortado de la tela, el hilvanado y el cosido en máquina pusieron a prueba la habilidad de las MAI, sensibilizándolas frente al arduo trabajo invertido para la confección de polleras. “Se tarda alrededor de un mes en terminar una pollera, en nuestro caso, un poco más porque no tenemos máquinas de coser suficientes, compartimos la que hay en la comunidad” expresaron las mujeres sabias.
A la par del proceso de aprendizaje para la confección de polleras, los diálogos versaban en la importancia y significatividad del uso de la pollera como parte de la vestimenta cotidiana de las mujeres de la comunidad. Una de las sabias, doña Giorgina, señaló que usaba la pollera porque su mamá, su abuela, la mamá de su abuela y otras ancestras siempre la usaron y porque sentía que la pollera era parte de su identidad como mujer quechua de Pajchapata.
“Además, indicaron otras sabias: también la pollera es la identidad que las mujeres llevan a diferentes eventos y actividades (desfiles, fiestas, asambleas, misas, velorios), nosotras conocemos el color de pollera que debemos llevar a algunos eventos, porque no puedes usar cualquier color en algunos lugares, por ejemplo, el azul servía para ir a desfiles y entierros, pero ahora, en los desfiles, nosotras ya no queremos llevar azul, ahora vamos a llevar verde porque queremos cambiar esa idea de vestirnos con los mismos colores que usan nuestros compañeros, queremos ponernos lo que nos gusta a nosotras”.
Si bien el proceso de aprendizaje para la confección de polleras no ha terminado para el grupo MAI de la unidad educativa “Esteban Andia”, esta última frase da cuenta del cómo, desde cada lugar de enunciación, las formas de resistencia frente al patriarcado son distintas. No sólo se trata del cambio de color de la pollera, se trata, más bien, de un acto de rebeldía frente a las relaciones de poder patriarcales y eso es, esencialmente, lo que están aprendiendo las MAI: acudir a los saberes propios de las mujeres quechuas como herramientas promotoras de transformación.
Notas al pie de página:
(1) Las Unidades Educativas de cobertura que cuentan con un grupo MAI, todas de áreas rurales, son: Tablas Monte y 13 de Noviembre de la comunidad de Colomi, Luis Guzmán Araujo y Prudencio Araujo de la comunidad de Santiváñez, San José de Calasanz y Esteban Andia de la comunidad de Anzaldo.
(2) Especie de falda muy original de uso cotidiano de las mujeres en las comunidades. Si bien la forma de la prenda es genérica, se diferencia por las particularidades con que se recrea en cada región.
(3) Tela de algodón, biodegradable, elaborada de manera rústica.
(4) Técnica ancestral para elaborar telas, en la que se utiliza un telar en el piso sujetadas por cuatro estacas.